Finalizada la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 (COP27) suena la misma cantinela que venimos escuchando desde hace ya unas cuantas reuniones: tímidos avances y falta de ambición.
Y es que debe ser muy complicado llegar a un acuerdo global que ayude a resolver uno de los desafíos más acuciantes para la humanidad. La explicación es sencilla: frente a la amenaza que suponen las emisiones para todas las personas que habitamos este planeta, prevalecen los intereses concretos de quienes hacen negocio emitiendo gases de efecto invernadero.
Se habla mucho de la presión de las grandes corporaciones. Esta edición el mayor productor de envases de plástico de usar y tirar patrocinaba el encuentro internacional. Que Coca – Cola se preste a cubrir parte de los gastos de la organización de la COP27 no es inocente. Al lavado de imagen, posicionándose como una organización que hace posible un encuentro de alto nivel en materia de cambio climático, está la presión ejercida por la corporación transnacional para que su modelo de negocio no se vea afectado por las decisiones que se tomen en la reunión.
Se habla algo menos de los responsables políticos. Quizá arropados por los representantes de estas grandes corporaciones, vuelven a casa sin sonrojo después de haber aceptado acuerdos de mínimos y tímidos avances que nos alejan de los objetivos que marca la ciencia. Mejor eso que nada… a ver si a la próxima hay más ambición… La próxima, por cierto, es en Emiratos Árabes Unidos un escenario difícil para acercarnos a los tristes compromisos adquiridos en París. Y es que la experiencia en Egipto deja un mensaje claro para los activistas climáticos. Y para los periodistas independientes. Los que informan en medios financiados con publicidad de las marcas que patrocinan el encuentro tienen menos problemas, siempre que se ciñan al discurso corporativo: todo normal y muy bien, gracias.
De vuelta a casa los acuerdos de las COP sirven a nuestros representantes públicos para mantenerse del lado de los retardistas de la acción climática. Y para excusar su propia falta de ambición. Sí, es cierto que diferenciarse emprendiendo medidas de calado es un coste, pero mucho menor que el de no hacer nada. Quizá, para el sistema económico, resulte absurdo limitar el consumo de combustibles fósiles más allá de lo exigido en los acuerdos internacionales, pero la forma en la que se desarrollan las medidas indica mucho de por dónde van los tiros.
El modelo español de macro instalaciones en el medio rural es un claro ejemplo. Antes de agotar la capacidad de generación solar y eólica de superficies artificializadas en los puntos de consumo nos hemos abandonado a los brazos de especuladores del suelo barato. La cultura del pelotazo trasladada de la periferia de las grandes ciudades a espacios protegidos y entornos de alto valor ecológico. A nadie le interesa la reducción de emisiones: lo que importa es amasar poder y dinero con molinos de viento. Da igual que se pierda parte de la electricidad en los cientos de kilómetros que la trasladan hasta las grandes ciudades, que se pierdan los valores paisajísticos que dan de comer a la España Vaciada o que el ruido y la imposibilidad de desarrollar otras actividades en los espacios ocupados por los negocios de los fondos buitre terminen de poner la puntilla a zonas rurales en declive poblacional.
Y si miramos los patrocinios nos volvemos a encontrar con Coca – Cola y el resto de corporaciones cuyos intereses se anteponen al interés general. El creciente consumo de plástico de usar y tirar también es una amenaza para el clima. Pero en vez de asumirlo y legislar para conseguir reducciones importantes en el uso de este material, reforzando la producción local y el consumo de proximidad, seguimos haciéndonos la foto con el logotipo de las corporaciones que influyen en los procesos de toma de decisiones.
Sí, hay que reclamar más acción climática. Y demostrar, desde nuestro ámbito de competencia, que estamos más implicados con la reducción de emisiones que con salir en la foto que nos hacen los responsables del desastre climático al que nos dirigimos.
2 respuestas a «Más ambición climática en nuestro ámbito de competencia»
Uf, es sencillamente descorazonador…
Así es Laura, ojalá más ambición climática.