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Empresa responsable

Es el cemento, amigo.

Hace ya más años de los que me gustaría reconocer, en los primeros pasos de mi carrera profesional, tuve la oportunidad de compartir algo de tiempo con alguien que para mí era un referente en el sector. Coincidimos en varias ocasiones y, por algún motivo que desconozco, hablábamos bastante sobre medio ambiente, mis inquietudes y la falta de reconocimiento profesional en un sector no tan incipiente como la mayoría de los que trabajaban en él estarían dispuestos a admitir.

En una de esas conversaciones se puso serio y me dijo que si quería llegar a alguna parte tenía que “tocar cemento”. ¿Tocar cemento? Sonaba algo tan raro como poco apetecible. Es más, tanto mi elección de Ciencias Ambientales como titulación universitaria, como la ocupación que desarrollaba en aquel momento eran una forma de huir de cualquier posibilidad, literal o figurada, de tocar cemento.

Quizá para disuadirme de lo primero en casa me habían puesto, en más de una ocasión, con los guantes y la paleta. Capuzas de propios y extraños me habían enseñado empujar carretillas, amasar cemento y aplicar “garbancillo”. En la otra parte, el profesor de dibujo técnico del instituto y alguno del departamento de matemáticas de la universidad habían hecho todo lo posible por alejarme de cualquier cosa que oliese a ingeniería.

A pesar de todo, para entonces ya había tenido que poner mis conocimientos al servicio del diseño de un almacén de residuos peligrosos y la construcción de un punto limpio. Y sí, me gustaba aterrizar los requisitos legales a un proyecto concreto, pero había despejado cualquier duda sobre mi aversión al cálculo de estructuras o cualquier otra cuestión que tuviese que ver con el cemento. Lo mío, le dije, eran la gestión y la educación ambiental.

Perfecto, me dijo él, educación ambiental. En eso se puede tocar cemento. Siempre que tocas cemento se queda algo entre los dedos. La confusión debió reflejarse tan nítidamente en mi cara que me lo explicó de forma que cualquiera pudiese entenderlo: la educación ambiental requiere equipamientos, centros de educación ambiental. El que los construye “toca cemento”: contrata obreros, compra materiales… de todo eso algo se queda entre las uñas. Si te dedicas a dar charlas de educación ambiental no “tocas cemento”.

Aquello, que resultó muy revelador, no consiguió sacarme de las estadísticas ambientales a las que estaba consagrado en aquella época. Ni consiguió torcer mi orientación a la prestación de servicios de consultoría o mi creciente dedicación a la formación. Pero me resultó muy ilustrativo y me ayudó a entender mejor algunas de las decisiones que aparecen publicadas en los medios de comunicación.

¿Por qué una comunidad autónoma que cuenta con una red de hospitales a medio equipar y sin una dotación de personal adecuada para aprovecharlos al máximo decide gastar 50 millones de euros en construir otro hospital? Es el cemento, amigo. A poco que la operación deje un 3% entre los dedos de alguien habrá ganado, con un solo proyecto, más de lo que va a ingresar la inmensa mayoría de las personas que habitan en este planeta durante toda su vida.

Sin personal y medios adecuados para el trabajo el hospital no sirve para nada, pero durante la construcción alguien, cercano a los procesos de toma de decisiones, conseguirá un jugoso pellizco de esos 50 millones que, a su vez, contendrán una parte de beneficio para las distintas empresas que participen en el diseño y ejecución del proyecto.

El caso es que esos mismos 50 millones podrían destinarse a contratar el personal necesario para contratar miles de profesionales sanitarios y auxiliares para reforzar la atención. La decisión no es trivial. Si esos profesionales se contratan directamente por la Administración, como funcionarios o personal laboral, sería bastante complicado que quedase algo de cemento entre los dedos. Siempre existe la fórmula de encargar ese personal a través de empresas privadas, pero la mayor parte del capital seguiría repercutiendo en nóminas, muchas nóminas dispersas a descontar del margen de beneficio y no dan lugar a comisiones por suministros de material y equipos de construcción.

Quizá es una visión simplista, pero una mayor dotación de recursos humanos para una red infrautilizada de hospitales parece una mejor inversión en términos de salud pública que la construcción de un nuevo hospital. También se me antoja una mejor forma de distribuir riqueza y contribuir con la economía local: las nóminas de los trabajadores están sujetas a un control fiscal y se destinarán, en gran parte, a consumo doméstico. Mientras que el cemento que se queda entre los dedos tiende a huir hacia paraísos fiscales.

Esto mismo ocurre en otros ámbitos. Volviendo al medio ambiente y, más concretamente, a la gestión de residuos, podemos ver cómo la planificación se basa en el cemento más que en políticas de prevención. Está claro: construir plantas de clasificación de residuos deja cemento entre los dedos. Promover la prevención de residuos… ¿qué puedo llevar a un paraíso fiscal si animo a la gente a consumir menos?

Y así vemos a responsables autonómicos promover la construcción de incineradoras en grupos de trabajo sobre la economía circular. No es solo el cemento que se les va a quedar entre los dedos, también son las licitaciones para la explotación de esas instalaciones, que abren puertas giratorias con la corriente de dinero público que circulará -durante décadas- desde las administraciones. Se trata de establecer contratos de servicios para las empresas encargadas de hacer desaparecer los molestos residuos.

¿Se imaginan que repercusiones tendrían para los dedos ávidos de cemento la promoción del comercio local y de proximidad a granel? ¿Las políticas de promoción de productos diseñados para tener una larga vida útil durante la cual pudiesen repararse y mejorarse? ¿La eliminación de los envases de usar y tirar? Piénsalo un momento ¿Qué ganarías si el dinero de tus compras y tus impuestos se repartiese en tu entorno local en vez de fluir hacia paraísos fiscales?

Y es que España es así. Podemos seguir con la movilidad ¿En qué nos hemos gastado el dinero de la Unión Europea? En cemento. Infraestructuras de alta velocidad que han terminado por aislar e incomunicar la España Vaciada. Sí, puedes ir muy rápido de Madrid a Valencia o Barcelona. Con una amplia oferta de vuelos baratos o tren de alta velocidad. Pero los pueblos de Cuenca o Guadalajara que soportan esa infraestructura han quedado olvidados para siempre.

Estaciones de tren que solían ser su puerta de acceso al mundo convertidas en apeaderos sin servicio. Cuando no es la propia plataforma del ferrocarril, pegada a las viviendas, la que directamente ha echado a los pocos vecinos que quedaban ¿Quién quiere mejorar la red preexistente y reforzar las conexiones regionales con trenes eficientes pudiendo construir una red completamente nueva?

Que los hijos del pueblo teletrabajen a 100 kilómetros de la gran ciudad, desde la casa vacía de sus antepasados, eso no interesa. Lo que le viene bien al sistema es crear demanda de pisos nuevos en Valdebebas ¡Más cemento! Que la fiesta no pare.

¿Profesionalidad del sector ambiental? Complicado. Está dominado por personajes a los que el medio ambiente les importa entre poco y nada. Están a otra cosa. Ocupan el sillón durante el tiempo necesario para hacer los méritos que les lleven a otro despacho donde se mueva más cemento. Eso sí, durante su estancia en medio ambiente tienen que aprovechar para demostrar que son capaces de quedarse con algo entre las uñas. No hablo solo de cargos políticos, que también. El pegajoso cemento impregna muchas formas de hacer y penar respecto al medio ambiente en la empresa privada y algunas ONG. Y así nos va.

Las políticas de prevención y ahorro, las que podría reducir emisiones de efecto invernadero o contaminación atmosférica, las que necesitamos para frenar la destrucción de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, las que hacen falta para la supervisión de nuestra especie, son las que menos apoyo encuentran entre quienes toman decisiones, simple y llanamente, porque no dejan cemento entre los dedos.

9 respuestas a «Es el cemento, amigo.»

Hola Alberto,

no olvidemos que los residuos también deja restos de basura entre los dedos (y las uñas). La opacidad de este sector, entre lo público y lo privado, donde nadie quiere decir «cuánto cuesta recoger y tratar la basura» por miedo a descubrir el pastel (creo yo), es una de las mayores culpables de que pensemos que el cemento se pega más que la basura.

A pesar de los pocos estudios, publicaciones, etc., existe un número mágico que se acerca a los 40€/t.hab (pero es una media, lo que significa que existen +- 20€/t.hab donde se mueve la indecencia). Sin embargo, en Huelva, la provincia donde vivo, ese numerito se va al doble, unos 80€/t.hab sólo por recoger, después hay que sumarle algunos otros por el tratamiento.

Sin embargo, ni una sola campaña de concienciación, ni presencia en colegios e institutos, ni estudio de alternativas a los métodos de recogida, ni formas posibles de separación en origen en función de las fracciones recogidas, ni creación de aulas ambientales para la formación de los profesionales, ni inversión en nuevas tecnologías para mejorar la eficiencia de los sistemas, ni colaboraciones con la Universidad….y así podría seguir horas a pesar de las toneladas de millones que Europa nos ha regalado, en forma de fondos FEDER, para que nos acerquemos al menos a las directivas medioambientales que van dictando.

Como último apunte, y para que sirva de muestra, recordar que en los últimos días se ha ejecutado el pago de la sanción impuesta a España por no depurar las aguas residuales (si no me equivoco), por culpa de los municipios (depuradoras) onubenses que siguen vertiendo a las rías y océano aguas sin depurar, mientras algunos siguen con las manos manchadas de basura, y seguirán..

Gracias por tu aportación Carlos,

Efectivamente la gestión de residuos mueve mucho dinero, más cuantos más toneladas de basura se muevan de un lado para otro. Quizá debería haber centrado más el tiro, me he dispersado un poco, pero tomo nota.

Lo de las sanciones es un ejemplo claro de lo que seguirá ocurriendo. Gastamos el dinero de Europa en cemento que no cumple el objetivo para el que nos lo han asignado. Y después llegan las multas.

Saludos,

Alberto.

El maldito cemento que hace que Madrid siga creciendo e impermeabilizado suelo con planes urbanísticos sobredimensionados que no se corresponde a la demanda de vivienda.

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