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Acabo de leer Perdiendo la Tierra

«Perdiendo la Tierra» de Nathaniel Rich es la crónica de la década en la que la humanidad tomó conciencia de la amenaza que suponen para nuestra civilización las emisiones de efecto invernadero. Y la explicación de como la especie que se dice «sabia» no ha sido capaz de tomar medidas adecuadas al un desafío que puede resultar en la extinción de Homo sapiens.

El relato, a través de distintos momentos de la vida de las personas implicadas en las decisiones clave sobre la forma en la que se aborda el cambio climático, evidencia como desde 1979 conocemos todo lo que necesitábamos saber sobre este problema y la forma de reducir su impacto.

Los principios científicos básicos no eran especialmente complicados. Podían reducirse a un simple axioma: cuanto más dióxido de carbono arrojemos a la atmósfera, más subirá la temperatura del planeta. Y año tras año, quemando carbón, petróleo y gas, la humanidad ha ido arrojando cantidades cada vez más dañinas de dióxido de carbono a la atmósfera.

Nathaniel Rich cuenta como Rafe Pomerance, entonces subdirector legislativo de Amigos de la Tierra en Washington, se pregunta si el uso de carbón, petróleo y gas natural nos podría conducir a una catástrofe global, ¿por qué nadie se lo había contado? a raíz de la lectura del informe EPA-600/7-78-019 sobre la industria del carbón en el que se afirmaba que el uso continuado de combustibles fósiles podría, en dos o tres décadas, provocar cambios importantes y perjudiciales para la atmósfera del planeta Tierra.

El libro recoge, año a año, la lucha que sigue desde ese descubrimiento hasta la Conferencia Ministerial de Noordwijk sobre Contaminación Atmosférica y Cambio Climático en 1989, incluyendo distintos hitos y los principales estudios que pusieron el problema de las emisiones de efecto invernadero sobre la mesa de distintos políticos, como objetivo de reuniones técnicas y científicas, en los titulares de la prensa y, cómo no, en la agenda de los grupos de presión de la industria del petróleo.

A este repaso detallado de una década clave en la que se pudo haber alcanzado un acuerdo ambicioso que hubiese reducido las emisiones de gases de efecto invernadero, frenando el calentamiento global y minimizando el impacto de nuestro modelo de producción y consumo sobre el clima del planeta, se añaden observaciones sobre evidencias anteriores y el camino posterior que han seguido el discurso climático y las negociaciones sobre esta cuestión.

Se establece el paralelismo entre el «efecto invernadero» y el «agujero en la capa de ozono», ilustrando como este segundo problema encontró un rápido consenso y permitió la aprobación de instrumentos globales para avanzar en la solución del problema. Quizá la metáfora de un roto en la atmósfera protectora es más eficaz que el símil de un invernadero, tan acogedor y lleno de vida.

El autor nos invita a llamar a las amenazas del futuro por su nombre.

Podemos llamar villanos a los villanos, héroes a los héroes, víctimas a las víctimas y cómplices a nosotros mismos. Podemos darnos cuenta de que toda esta palabrería acerca del destino de la Tierra no tiene nada que ver con la tolerancia del planeta hacia las temperaturas más altas, y en cambio tiene todo que ver con la gran tolerancia hacia el autoengaño de nuestra especie.

Con ejemplos concretos muestra como la crisis climática, como la mayoría de los dramas humanos, tiene héroes, villanos y víctimas. El propio Gore ha representado los tres papeles.

En el capítulo de los villanos destaca la labor de la industria del petróleo y la energía, velando por intereses cortoplacistas difíciles de justificar y ofreciendo falsas soluciones. Así, mediante distintos grupos de presión, se anima a los científicos a no pronunciarse de forma alarmista y pedir más investigación para reducir incertidumbres que no son determinantes en el estudio de las causas, las consecuencias o las soluciones al problema.

Se evidencia como, a pesar de estar al tanto del conocimiento científico sobre los problemas de las emisiones de efecto invernadero y la amenaza que suponen para la humanidad -con empresas como Exxon-Mobil a la cabeza- la industria ha dedicado muchos recursos a evitar la adopción de medidas contundentes sobre los combustibles fósiles y los gases de efecto invernadero que pudiesen afectar a su modelo de negocio.

Mediante personas concretas -convenientemente apoyadas y estratégicamente colocadas gracias a los recursos de la industria- se siembra la duda, aprovechando el desconocimiento generalizado sobre la magnitud del problema y la obsesión de los periodistas por dar una cobertura imparcial. Personas que consiguen posicionarse en lugares clave para llegar incluso a boicotear acuerdos internacionales.

Me ha gustado el libro y la forma de plantearlo. Creo que es una lectura muy interesante para cualquier persona que tenga inquietudes ambientales, pero también para cualquiera que se interese por cómo funcionan los procesos de toma de decisiones y, por supuesto, para cualquiera que le inquiete el cambio climático. Pero también para comprender porqué estamos permanentemente atascados en otras cuestiones, desde la contaminación por plástico a la insostenible movilidad urbana basada en motores de combustión.

3 respuestas a «Acabo de leer Perdiendo la Tierra»

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