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Medir mejor para regar mejor.

Sea un fenómeno cíclico, sea el cambio climático, una mezcla de ambos o lo primero potenciado por lo segundo, en 2017 volvimos a hablar de sequía en España. Desde la ciudad vivimos la situación con preocupación: la falta de lluvia aumenta los episodios de altos niveles de contaminación atmosférica, las calles acumulan suciedad que no se limpia con una sopladora, los parques y jardines presentan peor aspecto del normal… acecha la sombra de las restricciones al consumo ante la escasez de agua para abastecimiento. Con todo el 70% del agua que se utiliza en España se emplea en cultivos.

Así pues, pese a la incomodidad que puede suponer la necesidad de reducir el consumo cotidiano de agua en el ámbito doméstico, el verdadero reto está en asegurar que tenemos una producción de alimentos acorde a las condiciones climáticas que están por venir. Y no basta con abordar las necesarias inversiones en el mantenimiento de infraestructuras más o menos obsoletas de cuyo estado nos acordamos en época de escasez.

También se trata de generar resiliencia ante los efectos del aumento previsto de las temperaturas medias del planeta. De aprovechar las oportunidades que ofrecen las tecnologías disponibles y su aplicación en la agricultura.

La información en la época del Big Data no está sólo a disposición del sistema financiero o de los intereses de las compañías de telecomunicaciones. La investigación en la toma de datos ha llevado en los últimos años a desarrollar todo tipo de sensores que permiten recopilar información sensible en cualquier ámbito. Incluida la agricultura. El concepto “smart” llega al campo permitiendo la agricultura de precisión basada en la aplicación de tecnología y análisis de datos.

Mediante instrumentos como las sondas de humedad podemos estudiar cómo los ciclos de sequía afectan a la producción o cómo de sensibles son nuestros cultivos ante el riesgo de un clima afectado por las emisiones de efecto invernadero. No podemos olvidar que España está entre los países con más riesgo de sufrir escasez de agua en 2040.

La observación tradicional de las condiciones meteorológicas puede acompañarse de la toma de datos en continuo. Sensores que automáticamente nos permiten recopilar información sobre temperaturas, lluvias y otros datos con los que evaluar la variabilidad de las condiciones ambientales y gestionar la incertidumbre que generan unas precipitaciones cada vez más irregulares.

Parece que la escasez continuada de precipitaciones en España se debe a una sequía meteorológica que dura ya tres años. Su origen se relaciona con el comportamiento global del sistema océano-atmósfera y en su evolución influyen tanto factores naturales como factores antrópicos, desde la deforestación al incremento de los gases de efecto invernadero. Quizá la situación cambie y volvamos a una situación de normalidad, o quizá no podamos evitar su aparición periódica.

Pero en un escenario de desarrollo sostenible, se trata de avanzar en un uso óptimo de un recurso cada vez más escaso. Aprovechar la tecnología para regar solo cuando realmente sea necesario para obtener la producción adecuada y en el momento en el que la planta aproveche mejor cada gota de agua. Y de tomar decisiones sobre los cultivos que realmente serán suficientemente productivos para mantener la actividad agrícola y cumplir su función de proveer de alimento y materias primas.

No podemos decidir que llueva a gusto de todos, pero sí podemos recopilar información que nos permita tomar las mejores decisiones en función de la evolución de las variables climáticas.

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