Hace algo más de 10 años que nos acompaña el papiro ornamental que aparece en la foto. No luce su mejor aspecto ya que ha pasado el invierno y los últimos cambios de temperatura en la terraza y, a pesar de que resiste relativamente bien, le gusta más el calor del verano.
Es una especie muy agradecida que crece y se reproduce a cambio de estar en un lugar soleado, con un sustrato más bien arenoso y permanentemente encharcado. Aguanta tanto en el exterior como en el interior si bien, como se ve en la foto, el invierno a la intemperie no ayuda a mantener la planta verde y frondosa. La cantidad de agua que evapora nos puede ayudar, si la tenemos como planta de interior, a ahorrarnos el humidificador.
Entre las peculiaridades de este papiro, además de ser familiar de una de las especies que se utilizaron como uno de los primeros y más legendarios soportes para la escritura, destaca que se reproduce con mucha facilidad: en su medio natural los tallos más largos se doblan y quedan sumergidos, echando raíces.
El proceso se puede repetir con uno de los tallos que se tronchan en la maceta y resulta una actividad muy chula que podemos utilizar, siempre que dispongamos de un papiro original que lo soporte, como una clase práctica de biología o un taller de educación ambiental (sin perder de vista que estamos ante una especie con un importante potencial invasor)
Se corta, se sumerge en agua con las hojas para abajo y en pocos días comienza a echar raíz y tallos nuevos. Durante estos primeros días bastará con que esté en agua: el único cuidado es evitar que se seque. El tarro de vidrio es un recipiente ideal porque nos permite ver la evolución de nuestro futuro papiro mientras se mantiene bien iluminado.
La aparición de las raíces y los nuevos tallos es una buena señal. Todavía mantendremos el papiro sólo con agua, al menos hasta que los tallos emerjan y salgan por encima del agua, momento en el que la planta tendrá un desarrollo radicular bastante importante.
Con los tallos algo crecidos añadimos arena al fondo y mantenemos la planta algunas semanas, hasta que se desarrolle un poco más.
Cuando vemos que la nueva planta ha cogido fuerza y el frasco se le va quedando pequeño es el momento de pasarla a otro recipiente. Dependiendo de nuestras posibilidades elegiremos el que mejor se adapta a nuestras opciones de espacio y riego. No se recomienda plantarla directamente en el suelo ya que el rizoma se extiende con facilidad ocupando todo el espacio encharcado disponible. No se me ha dado el caso, pero he visto reproducirse el papiro a partir de semilla (en una terraza bastante más amplia que la mía) en una grieta entre el suelo y la pared.
Personalmente elegí un macetero impermeable pero supongo que a la planta y al sustrato no le vendrían mal cierto drenaje. Mi decisión vino motivada porque durante años vi crecer, bien frondoso, en garrafas de plástico (que se le quedaron pequeñas) y latas de pintura (que terminaban por oxidarse y deshacerse), el papiro que mi tía llevó al patio de la casa del pueblo. Como la opción de la garrafa o la lata no me la iban a permitir en mi vivienda actual, optamos por el macetero cuando se le quedó pequeña la ensaladera en la que había pasado varios años de su vida.
A pesar de que de vez en cuando dejo que se seque el agua para evitar la proliferación de mosquitos, el macetero del papiro se ha convertido en punto de encuentro para pájaros e insectos varios que visitan la terraza de vez en cuando.
El papiro lleva bien los trasplantes, en cada uno de los cuales también podemos optar por dividirlo, ya que tiende a crecer con fuerza desde los rizomas (que me parecieron sorprendentemente duros y leñosos la primera vez que manipulé esta especie herbácea). En cualquier caso, conviene ubicarlo en un sustrato principalmente arenoso, con algo de tierra, pero que se mantenga suelto.
Pues nada, si os gusta el papiro recordad que a mí me gustan las guindillas. Dos de los tres que aparecen en las fotos están asignados, pero cuando queráis hacemos un intercambio de frascos.