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Empresa responsable

La austeridad está matando la gestión ambiental.

Foto de Dave Gingrich

Hablamos mucho de austeridad. De la austeridad mal entendida que rescata intereses privados a cuenta de derechos sociales, de la austeridad que se refleja en el descontento con los partidos políticos «tradicionales» en las últimas elecciones griegas… pero también podemos hablar de la austeridad que está matando la gestión ambiental.

Si en algo se han cebado los recortes a cuenta de la crisis y de un modo relativamente silencioso es con el sector ambiental. Quizá lo más sonado ha sido todo lo relativo al sector de las energías renovables, la limitación de los recursos destinados a la gestión de residuos urbanos o educación ambiental. Pero no han sido los únicos del sector en sufrir las políticas de austeridad.

La gestión ambiental, aplicable a cualquier organización, ha pasado de estar subvencionada, como forma de promocionar la incorporación de sistemas normalizados basados en el Reglamento EMAS o en ISO 14.001, a ser completamente despreciada. Por el camino se quedaron las buenas intenciones de los planes de contratación pública verde, con los que la Administración sustituyó las subvenciones por el compromiso de licitar y comprar a proveedores que se tomasen en serio la gestión de los impacto ambientales de sus actividades. No es solo el descenso en el número de licitaciones, es el escaso valor que, frente a la variable puramente monetaria, se concede a los criterios ambientales.

Pasa en el sector público y pasa en el sector privado. Mis clientes se me quejan de que los suyos no miran esto de la ISO. Grandes empresas con flamantes campañas de responsabilidad corporativa que no tienen en cuenta a la hora de contratar proveedores si estos cumplen o no la normativa ambiental. Ya no que tengan un sistema de gestión certificado o un producto ecológico. Simplemente que cumplen con la legislación que todos deberían incorporar al desarrollo de sus actividades.

Y en un sistema en permanentes recortes, que reduce al mínimo los cuerpos de inspección y los medios para que los que tienen que velar porque todos actuemos bajo las mismas reglas del juego hagan su trabajo, resulta difícil competir en precio contra el que no asume los costes ambientales de su actividad.

Si, en un esquema de austeridad mal entendida, la Administración y las grandes empresas premian con sus compras a los que operan al margen de la ley ¿quién se va a ocupar de gestionar adecuadamente sus aspectos ambientales?

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