Una de esas cosas en las que uno no piensa cuando es joven es el seguro de decesos. Bueno, ni en el de pensiones, ni el de vida… Hasta que no pides una hipoteca, generalmente, el único seguro del que te has preocupado de tener al día, en el mejor de los casos, es el relacionado con el vehículo. Después vienen las entidades financieras que, para ofrecerte la posibilidad de ser propietario de una solución habitacional, te inflan las cuotas del préstamo con las primas de un montón de seguros… entre los que curiosamente, no suele estar el de decesos. Y eso que una de las pocas cosas que podemos asegurar en esta vida es que llega un momento en el que se acaba.
Será porque no hay crisis en el negocio. Según los datos del sector, el número de seguros de decesos contratados sigue creciendo a pesar de la coyuntura económica que vivimos. O gracias a la crisis, según se mire.
Y es que este tipo de seguros es el que promete hacerse cargo de todo lo relacionado con el fallecimiento de uno cuando llegue el momento, evitando que los costes y la organización del evento recaigan sobre los que queden desconsolados por nuestra ausencia. Porque, ciertamente, la muerte es un negocio en toda regla y, por muy extraño que pueda parecer dejarlo todo preparado por adelantado, puede ayudar a que ciertas decisiones se tomen dentro de los parámetros de una póliza contratada con antelación y no bajo la presión del comercial de turno intentando colocar, por poner un ejemplo, el ataúd más caro que el entorno inmediato del difunto pueda pagar.
Un seguro de deceso puede contemplar todos esos detalles que van desde el servicio funerario al traslado del fallecido hasta el lugar del entierro, pasando por asesoría jurídica para poder realizar el papeleo con la sangre fría y la agilidad que requiere el momento. Incluso puede ser necesario, dependiendo de dónde terminemos nuestros días, que toque hacer la repatriación del cadáver, con todo lo que eso conlleva.
También es cierto que uno puede plantearse la posibilidad de ir ahorrando las cuotas que implica el seguro y confiar en que los que vengan detrás sean capaces de gestionar la situación de la mejor manera posible. O de no preocuparse en absoluto del asunto y el que venga detrás que arree.
Y sí, cuando a uno se da cuenta de que, a pesar de esforzarse por nadar en sentido contrario, su vida profesional constantemente le arrastra hacia la labor comercial, intenta mantenerse al día de aquellos sectores de actividad donde realmente merecería la pena trabajar a comisión. Se acabó el ladrillo, la automoción no levanta cabeza… pero los seguros de decesos mantienen un saludable crecimiento. Pero no se alarmen, de momento sigo intentando ganarme la vida “de lo mío”, signifique esto lo que quiera significar.