El fin de semana estuve rindiendo mi particular tributo a San Isidro. Últimamente, en un pequeño espacio que el abuelo solía dedicar a huerto, hago mis pinitos. La especie elegida para probar es el ajo, básicamente porque no requiere riego y con pocas labores se consigue sacar una cosecha digna. Por eso el ajo es una de las recomendaciones para el horticulor principiante.
El caso es que llevaba sin aparecer por el huertecillo desde enero, cuando, siguiendo las recomendaciones de la sabiduría popular, planté los ajos. Y el aspecto de la selva que había crecido con las lluvias de esta primavera es indescriptible, tal y como se muestra en la instantánea:
Quizá algún avezado botánico sea capaz de reconocer las plantas de ajo en la imagen. El caso es que tuve que empezar arrancando a mano la maleza, ya que cualquier operación con el azadón hacía peligrar la cosecha, perfectamente camuflada en una diversidad de plantas oportunistas que ocuparon el espacio laboriosamente preparado para mis queridos ajos. Después de un primer desbroce, sí metí la azada para seguir eliminando los competidores que habían estado restando agua y luz a la deseada cosecha. Por supuesto, toda la biomasa retirada de la plantación se reaprovecha previo compostaje, si bien, para optimizar el proceso, ya le tengo echado el ojo al que será el próximo elemento en el huerto: un compostador a base de palets.
El resultado final fue el que aparece en la siguiente imagen.
Sí, podría haber organizado un poco mejor los surcos. También podría haberme encargado de esas hierbas que en breve dejarán semillas en la tierra para que mi próxima cosecha de ajos también crezca bien acompañada, pero…. después de una laboriosa mañana de hortelano, prácticamente no podía con mi alma. Y todo a pesar de haber tenido asistencia de una aguadora que se encargó de mantenerme hidratado, un avituallador que me proveyó de mantecados para recuperar energías, una ergonomista que velaba por mi higiene postural y un aprendiz que, literalmente, daba sus primeros pasos por el huerto (la familia que cuida el huerto unida, permanece unida).
Por cierto, las agujetas y pinchazos en músculos que no sabía que existían en mi cuerpo todavía persisten tres días después, por eso, amigo aficionado, no está demás, entre todos los consejos que te den de cara al cultivo de tu huerto que anotes otros dos: calienta antes de empezar y estira al acabar. Eso y protección solar.
Por mi parte sólo queda esperar a que lleguemos al verano para recoger los ajos, con la confianza puesta en que el abuelo, que no está para andar con la azada, me enseñe a trenzar una ristra, a ver si con un poco de suerte repetimos la cosecha del año pasado:
3 respuestas a «Consejos para el horticultor aficionado: calienta y estira.»
Si señor , dejaste el huerto «divino de la muerte».Me apunto el consejo de calentar y estirar después (alguna técnica en especial’)
Confió en probar esos estupendos ajos
Gracias por tu visita y comentario Tomás,
No se si habrá alguna técnica mejor que otra para estirar, pero para calentar tendrá que ser alguna que no nos despiste de la tarea hortelana.
Si la cosecha lo permite, te llevaré muestra para probarla.
Saludos,
Alberto.
[…] es que la naturaleza es así, tu preparas la tierra con amor y cariño para que crezcan tus ajos y un montón de plantas que estaban allí primero o que estaban esperando la oportunidad aprovechan pa…: tus ajos y su competencia se ven favorecidas por tu esfuerzo… y a seguir esforzándose para que […]