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Santiago Segura tenía razón con No habrá paz para los malvados.

Estreno la sección dedicada a las «películas que no me han gustado» con este peliculón, merecedor de seis premios Goya y disponible en streaming (por cierto, cuidadín con el streaming). Ya avisó Santiago Segura sobre la forma en la que se eligen los premios del cine patrio. Coincido con la crítica de Salvador Llopart:

Superficialmente brillante, pero sin verdadera carne dramática

A pesar del bombo y platillo, es una peli sin chicha. Es como si hubiesen hecho una versión americana de Torrente, pero en lugar de poner a Charlie Sheen como prota, nos hubiesen colocado a un José Coronado olvidado descuidado con su tracto intestinal. Cambiamos la «chinita, chinita» por «morito, morito» y listo. La diferencia está en que, vista la primera de la saga de Segura, un servidor se ha propuesto no ver más películas de «los amiguetes« y que «No habrá paz para los malvados» se prometía como una oportunidad para reconciliarse con el cine español. Visto el resultado de los Goya uno se plantea ¿qué ha hecho el cine español en 2011?

Quizá el problema es mío, que estoy perdiendo reflejos y no entiendo muchas cosas. En particular, si la peli está ambientada en una ciudad donde está prohibido fumar en lugares públicos, por qué la acción transcurre con el protagonista de bar en bar y empalmando un cigarro con otro. Del mismo modo que no entiendo qué pinta una cumbre del G-20 de fondo que, aparentemente, lo único que aporta a la trama son antidisturbios en la televisión del bar. En la que igualmente, como crítica profunda (supongo) aparece furtivamente una, típicamente española, corrida de toros. En conjunto, la historia es como una redacción escolar, empezada bajo la atenta supervisión de la profesora, abandonada en la mochila y terminada con muchas prisas, en el recreo, justo antes de la clase en la que nos pedirían el cuaderno.

Quizá el fuerte de la película es, precisamente, ser lo suficientemente ligera como para que cada quien se monte su historia alrededor de unos personajes vagamente descritos. Especialmente el papel del protagonista, que llamándose Santos Trinidad, se merecía una oportunidad para redimirse de sus faltas, excusa para rodar la cinta, pero cuya motivación no parece interesar a nadie.

Toda la acción de la película, lenta con ganas, queda resumida en el avance disponible en la web oficial. El resto es una concatenación de ocasiones para colocar publicidad de marcas de coche, tabaco, centros comerciales, extintores… Un buen repaso en este sentido lo dan en este blog. Por cierto, ¿todo el público objetivo del filme es capaz de identificar la etiqueta de producto biopeligroso y su significado? ¿de los que han pillado este detalle a alguno le ha gustado la peli?

Y el final… Ya no es que la historia y los personajes tengan un escaso e insatisfactorio desarrollo. Es que la resolución es totalmente inverosímil, no se la voy a destripar a nadie, pero después del primer disparo nada ocurriría como se plantea en la película, ni en la realidad, ni en una serie de investigación criminal, ni en cualquier película de acción medianamente coherente. Salvo, claro está que los malvados del título sean los perros infieles sobre los que queda latente la amenaza oculta en el centro comercial (se me ha escapado, lo siento).

Lo dicho, lo mejor de No habrá paz para los malvados: la cerveza. El titular de la marca de ron, a pesar de lo identificable de la botella, nos queda claro que es el único que no ha pagado por salir publicitado en la gran pantalla.

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