Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para hablar de #miprimerabici. Y aquí estamos: les presento la última foto de mi primera bici, el día que pasó a ser de otra persona. Era 2008 y la bicicleta llevaba algún tiempo sin uso. Así que, cuando una compañera de trabajo dijo que andaba buscando una bicicleta de segunda mano, no dudé en darle la oportunidad de disfrutar del vehículo con el que tantos buenos ratos había pasado.
Todo empezó mucho tiempo atrás, cuando mis padres me llevaron a por aquella bicicleta Orbea verde plegable. Equipada con su pata de cabra, guardabarros delantero y trasero, transportín trasero y cubre cadena metálico. Cuando me la compraron no llegaba a los pedales, a los que les adosaron unos tacos de madera para que pudiese pedalear sin problemas. Por aquel entonces crecía rápido y una visión práctica y de futuro hizo de aquella una buena inversión. Antes había tenido un triciclo marrón, metálico, ¡qué pena el día que lo vi en el carro del chatarrero! Vagamente recuerdo una bici pequeña de piñón fijo, con unas ruedas de plástico rígido que se abrieron cuando bajaba por una cuesta.
¡Qué alegría el día que di mis primeras pedaladas sin ruedines en la Orbea!. Íbamos camino al parque, pero la impaciencia hizo que en un descampado, ahora urbanizado, hiciese las prácticas de equilibrio definitivas. En aquella época, no sabía frenar y no llegaba desde el sillín al suelo, por lo que me tiraba de la bicicleta cuando quería parar.
Donde más jugo le sacamos a la bicicleta fue en los pueblos: hijo del éxodo rural, aquella bicicleta plegable, compañero fiel del verano, recorría la geografía nacional año tras año. Con ella viví mis primeras aventuras: me llevaba de merendola y me aguantaba durante prácticamente todo el día, dando vueltas en la plaza o de escapada a algún pueblo cercano. Aprendí a hacer caballitos, derrapes (no muchos, que se gastaba la cubierta), conducir temerariamente sin manos, levantarme sobre el transportín, hacer equilibrios en los bordillos, bajar escaleras, saltar… Todo eso acabaría pasando factura… hubo que soldar un par de veces el cuadro, la última con un suplemento (visible en la foto) para reforzar y evitar nuevos disgustos. También aprendí mecánica básica y mantenimiento de bicicleta… los cables de freno siempre se partían en el momento más inoportuno. Con esta bicicleta recorrí muchos caminos, algunos conocidos, otros nuevos… incluso alguna vez me perdí y tuve que volver sobre mis rodadas, abandonando toda esperanza de llegar al objetivo esperado.
Alargamos la vida útil con una barra de sillín más larga, hasta que fue sustituida por una bicicleta de bmx con la que hacer el cafre bien a gusto (California Games, qué daño has hecho a mis rodillas). La Orbea pasó a manos de mi hermana, con las pertinentes quejas por no estrenar bici nueva, pero con el orgullo (no reconocido) de heredar una máquina mítica. Cuando se quedó pequeña para ella, mi padre cambió el sillín de la bici verde y la estuvo utilizando hasta que la sustituyó por la que había sido mi primera bici de montaña.
Con dos pueblos y una fuerte afición a la bicicleta, he utilizado muchas: nuevas, de segunda mano, propias, prestadas, de carreras, de montaña, de paseo… Pero con mi primera bicicleta aprendí a mantener el equilibro, a caer, a levantarme y seguir camino. Y tú, ¿qué recuerdas de tu primera bici?
9 respuestas a «Mi primera bici.»
Excelente y emotivo post. Todos los que hemos pasado por una bici como esta no olvidamos la sensación de libertad que experimentamos. Verano, panda, bici, bocata y mundo por explorar. Gracias por hacerme pensar en mis propios recuerdos. Casi he visto tu Orbea verde protagonizando las aventuras de mi BH roja mediana con la que tango trote desde los 7 años.
Pocas veces he tenido un subidón de adrenalina tan fuerte como cuando la vi por primera vez.
un abrazo te twitteo a todo el mundo
A
Muchas gracias por tu visita y tu comentario Andrés.
¿Qué tendrán las bicis para provocar todos esos sentimientos?
Saludos,
Alberto.
bueno, bueno, eso de orgullo no reconocido… reconoce que estaba muy usadita cuando me paso en herencia, más que la del freno de varillas
Sr Vizcaino, tiene usted una extraña y muy meritoria capacidad para trasladarnos a tiempos pasados y hacernos revivir momentos memorables. Gracias por ello
estvizlop, no se queje tanto, por lo menos funcionaba mejor que la del freno de varillas y tenía unos cuantos años menos.
Sr Molina, gracias por su comentario y no pierda de vista que un verano de estos apareceremos por su pueblo con un bocata un una cámara de fotos, por supuesto, en bici.
Estoy totalmente de acuerdo con Santiago. Me ha trasladado a la adolescencia con el recuerdo del rojo brillante de mi bicicleta BH a la que llamaba «Jessica» 😉 y que me ayudaba a perder el miedo de doblar la esquina del camino y continuar hacia delante rodeada de campo en el que un perro podría hacerme salir espantada. Muchas gracias por ayudarnos a refrescar esos recuerdos.
Una buena noticia que tu primera bici tenga una n-sima oportunidad mas de rodar 🙂
Un cordial saludo
Muchas gracias por tu visita y tu comentario Noelia, me alegra que te guste esta entrada.
Un abrazo.
[…] vuelta tras unos días de descanso playero, toca, al igual que hice con mi primera bicicleta, dedicarle una entrada a mi primera tabla de […]
[…] La bicicleta siempre es una fuente de enseñanzas. En mi caso la última lección la he aprendido de una caída. Hacía tiempo que no aterrizaba desde la bicicleta y no recuerdo haberme pegado una torta tan espectacular en ciudad. El caso es que hace unas semanas acabé arrastrándome por el asfalto de Madrid. Fue en una rotonda, al recuperar la posición al manillar después de señalizar y asegurarme de que los vehículos que me seguían se habían percatado de que estaba en la rotonda y pretendía continuar en ella. […]