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Los políticos que no escuchaban música libre.

Historia basada en hechos reales y narrada en segunda persona sobre como la Ley Sinde marca la agenda de todos los miembros del gobierno, aunque acudan a hablar de cambio climático en un foro de conocimiento abierto.

Una mañana como otra cualquiera te levantas con intención de acudir a otro sarao sobre cambio climático y empleo verde. Hacía tiempo que no acudías a jornadas y eventos, pero en los últimos meses has encadenado unos cuantos. En esta ocasión se presenta el enésimo informe sobre un tema tan trillado como de moda, pero con el aliciente de un cargo del gobierno en el programa. En el fondo te gusta: asistes escéptico, si la ocasión lo permite planteas alguna pregunta impertinente, saludas amigos y antiguos compañeros… Pasas de las motos que intentan vender a los profanos y observas como sigue evolucionando el discurso.

Estás listo para salir con tiempo suficiente pero, como también empieza a ser frecuente últimamente, una llamada comprometida te retiene durante cerca de media hora, por lo que acabas retrasándote. Cuando llegas al lugar del evento compruebas el poder de convocatoria del cargo político: la sala está llena y la gente se asoma desde el pasillo para escuchar lo que se habla en la sala. No puedes entrar a curiosear quien ha asistido, pero te asalta un viejo conocido. Te saluda amistosamente, pero a pesar del respeto que te inspira le indicas que te está confundiendo con alguien. Y aprovechas a darle una tarjeta, por si se le ocurriese visitar tu página web y ponerse al día de tu trayectoria profesional. No te extraña verle allí, pero tampoco te cuadra. Hasta que caes en la cuenta.

Desde tu hueco en el pasillo apenas ves la sala o los ponentes, pero sí la pantalla donde se proyectan las presentaciones y sobre la que, cuando el ponente, demasiado importante como para preparar unas transparencias, habla sin apoyo audiovisual, se suceden tres imágenes: una con publicidad del nuevo programa formativo de la entidad anfitriona del sarao, otra sobre el acto que está aconteciendo y una tercera, que te llama poderosamente la atención, relativa a la nueva política corporativa de la entidad y la filosofía del sarao: conocimiento abierto. En particular, la imagen hace referencia a la «música libre» y los autores que la comparten de forma abierta. Supones que en el tiempo de espera previo al inicio de las ponencias ha estado sonando música y esta es la manera de dar crédito a sus autores. A la vez que se llama la atención sobre la nueva estrategia de difusión de contenidos por parte de la entidad anfitriona de las jornadas.

Pero precisamente esta imagen incomoda a alguien. Tu conocido está como loco, enseguida comprendes que lleva un rato pidiendo que dejen de proyectar eso de la «música libre» y exige que se retire. El cargo político está apunto de coger el turno de palabra y no le parece adecuado que, estando en plena tramitación una ley sobre restricciones en el uso de Internet, se asocie la imagen del cargo a una declaración de intenciones sobre conocimiento abierto en la que aparece la expresión «música libre». Caes en la cuenta. Aquel personaje que te inspira tanto respeto es un secuaz del cargo político y está allí controlando que la foto salga bien. Y así es, mueve a todos los fotógrafos de la sala para que les quede claro que la imagen del cargo público no puede asociarse a la «música libre».

Como el resto de los asistentes a la jornada ves como aparece el puntero en la pantalla, se cierra la presentación sobre la institución y el operario de turno busca algo políticamente correcto que proyectar mientras habla el cargo político. Tampoco lleva presentación, es un discurso medido, con miedo a preguntas comprometidas. Como todas las respuestas, innecesariamente sobredimensinadas, en el turno de preguntas. Sólo unas pocas, no sea que salga la pregunta impertinente que nos ponga a todos en evidencia. Te contienes, no es plan de ganarse una colleja, estás en la puerta de la sala, con el secuaz del cargo político al lado.

Esta vez no te va a costar mucho morderte la lengua, enseguida dan paso al cóctel y tienes ocasión de comentar con los amigos. Hay unos cuantos en la sala . El resto de asistentes posiblemente tampoco escucha «música libre». Han sido testigos de la jugada pero ¿se habrán dado cuenta?

2 respuestas a «Los políticos que no escuchaban música libre.»

Alberto, me alegra que hayas venido hoy a la presentación. Hacía tiempo que no te veíamos por aquí 🙂 Me alegra haberte podido saludar (y espero no ser el conocido de la tarjeta :)) Y me alegra también que te hayas dado cuenta efectivamente del «pequeño gran detalle» de la música libre. Digo pequeño porque en realidad es algo tan sencillo como elaborar mensualmente con nuestros usuarios una lista de música que sus autores ponen a disposición de la sociedad bajo licencias CC o CL y poner esa playlist como música ambiente antes del arranque de cada acto. Y efectivamente hoy, antes del comienzo del acto, sonaba la playlist del mes de enero. Y que menos que tener el pequeño detalle de ponerlo en el proyector y de explicar y contextualizar qué tiene de especial esa música. Efectivamente como tu bien has señalado ese pequeño-gran detalle no es casual sino que forma parte de una estrategia de contenidos abiertos que estamos llevando adelante. Estrategia que responde a «intereses» tan variados como la difusión del conocimiento o la mejora de nuestro posicionamiento. Hasta ahí tu análisis es perfecto. La segunda parte, sin embargo, no es exactamente como la cuentas. Efectivamente, durante mucho rato, cuando el ponente no tenía presentación propia, han estado pasando las tres diapositivas que mencionabas. Y es verdad que en un momento dado lo hemos quitado. Pero la decisión no ha venido «inspirada» por tu conocido de la tarjeta sino directamente por mi cuando me he dado cuenta de lo molesto que era para los asistentes el tener todo el rato pasando tres diapositivas con una frecuencia de segundos. Esa es la «pequeña» explicación de ese detalle que tu has captado. Me quedo con lo importante: que te ha gustado «el sarao» y el enésimo informe y que te ha gustado nuestro «pequeño gran detalle». un abrazo y espero verte de nuevo pronto.

Gracias por tu visita y comentario Carlos, como ves mi relato es un sucedido basado en hechos reales. En ese relato mi conocido estaba muy nervioso buscando de un lado para otro alguien que quitase la proyección de «música libre» a la vez que farfullaba sobre la Ley Sinde. En cualquier caso, es un relato sin nombres, marcas o enlaces.

Me encanta vuestra labor y me entusiasma ver que no dejáis escapar ninguna oportunidad de compartir lo que tenéis con las puertas abiertas a todo el que quiera participar en la conversación. Pero me inquieta que no sepamos captar el mensaje y que lo que nos atraiga sea la posibilidad de una foto con el político de turno y un pincho de tortilla regado con un refresco (que siempre son de agradecer).

En cuanto a detalles, el tema es de mi interés, pero tengo mis prejuicios, de los que espero moverme a base de escuchar otros puntos de vista. Por otro lado, si acudo a tu casa espero encontrarte allí, y sé que no me hace falta darte un trozo de cartulina para que te pases por aquí a charlar.

Un abrazo y hasta pronto.

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