A pesar de que la entrada del otoño se añade a la lista de excusas para no ir en bici al trabajo, no quiero dejar que el sillín vuelva a acumular polvo. Sobre todo después de los ánimos recibidos.
Tenía acumulada en casa una cierta cantidad de chatarra electrónica… un montón de chismes que habían dejado de cumplir su función. Para la mayoría, destornillador en mano, había conseguido disipar cualquier esperanza de que pudieran volver a ser útiles, así que los he metido en una mochila y me he acercado al punto limpio a tirarlos.
La experiencia ha sido buena y he aprovechado para pedalear un poco más cuando me he desecho de la carga. El exceso de confianza ha hecho que me pillase el chaparrón que asomaba tras las Torres de Mordor, pero bueno…