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Erin Brockovich también tiene blog.

Ayer pusieron en la tele, por enésima vez, la película «Erin Brockovich». La primera ocasión en que me preguntaron por ella todavía no la había visto. Corría el año 2000 y yo estaba impartiendo mi primer curso serio de gestión de residuos: tropecientas horas en un programa para mujeres en situación de desempleo. Me perdí el estreno en el cine, pero elijo la prensa que compro por lo que trae de gancho: el DVD de la película con la que Julia Roberts ganó el Óscar a la mejor actriz en 2001 fue un buen reclamo. Y la oportunidad de satisfacer la curiosidad sobre el film.

He de decir que me encantan la actriz, el personaje (y el blog de Brockovich), la historia y la propia película. Narra una situación tristemente frecuente en lo relativo a la situación ambiental de muchas organizaciones. Ilustra uno de los muchos ejemplos de procesos industriales que son rentables gracias a que, con o sin intención, no internalizan parte de sus costes: los beneficios son para el empresario, pero las emisiones atmosféricas, los vertidos contaminantes, los residuos y otros riesgos más o menos desconocidos nos los repartimos entre todos, incluyendo las plantas y animales que viven alrededor de la industria, y no tan cerca.

En la película se expone un caso de contaminación con cromo hexavalente del acuífero del que se abastece una población, afectando a la salud de las personas que utilizan el agua contaminada en su vida cotidiana. Desde este planteamiento, se abordan las distintas dimensiones económicas, técnicas, legales, ambientales, y sociales del problema, tanto de un modo global como para cada uno de los implicados en el problema: las familias afectadas por la contaminación, el despacho de abogados que los asesora… y la propia Erin Brockovich, como protagonista de la película, cuya situación personal y profesional va evolucionando y se ve condicionada por su implicación en el caso. La componente social hace que esta peli tenga mucho más gancho que «Acción Civil«, más centrada en la cuestión monetaria y la ética del abogado interpretado por Travolta.

A pesar de ser películas, son ejemplos de cómo ha ido evolucionando la conciencia ambiental y, en paralelo, la legislación sobre medio ambiente. Las repetidas catástrofes ambientales o la acción social contra situaciones especialmente dañinas para la salud de determinadas comunidades, han ido forzando sistemas de prevención y sanción para conseguir, poco a poco, que las industrias se ocupen de aquello que  producen junto a sus bienes y no pueden colocar en el mercado. Pero a pesar de toda la conciencia ambiental, alarma social y legislación, todavía sigue saliendo cromo hexavalente por los grifos de la gente, los motores diesel aumentan la mortalidad en las ciudades, y cada vez parece que estamos más cerca de la primavera silenciosa descrita por Rachel Carson.

Afortunadamente, a pesar de que son muchas las empresas entregadas al greenwashing que siguen ignorando el cumplimiento de la legislación ambiental en su cadena de valor, contamos cada vez con más posibilidades de ser ciudadanos y profesionales formados e informados para participar en la elaboración de una legislación ambiental que proteja nuestra salud y nuestro entorno, exigir se cumpla en las organizaciones para las que trabajamos y ayudar, mediante nuestras denuncias, a la Administración a identificar, inspeccionar y  sancionar a los infractores.

Y llegado a este punto, (ustedes me disculpen) sólo me falta publicitar el Curso de Legislación Ambiental Impartido por ISM, con el que colaboro y que empieza el próximo 17 de enero. Seguro que es una gran oportunidad de adquirir herramientas para identificar requisitos legales y aplicarlos en las organizaciones que sí se toman en serio el respeto al medio ambiente.

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