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A los Reyes Magos: no quiero un GPS.

Muere al caer a un embalse: el GPS le indicó un antiguo camino que iba al agua

No soy muy amigo del GPS en el coche. Seguramente lo seré menos a partir de los tristes titulares relacionados con estos cacharros. Me encantaría llevar en el bolsillo un smartphone (libre) con wifi y GPS . Pero conducir siguiendo las indicaciones de un GPS siempre me ha parecido demasiado peligroso como para confiarle mi vida y la de los pasajeros de mi vehículo.

– En primer lugar, el Sistema de Posicionamiento Global surge como una aplicación militar y, por motivos estratégicos, el Departamento de Defensa de los lluesei solía reservarse el derecho de introducir errores de 100 metros. Tal vez no tiene mucha importancia si uno está buscando una cafetería en la capital, pero puede ser suficiente para perderse.

– Con independencia de lo anterior, existen otras fuentes de error. Tal vez un par de metros en un paseo dominguero por «La Sierra» no tengan mucha importancia, pero a 120 km/h pasan muy deprisa.

– ¿Qué pasa con la autonomía del cacharro? ¿Si se le acaban las pilas en el momento más inoportuno?

– De la actualización de los mapas, mejor ni hablamos.

El GPS del coche es, para mí, un ejemplo claro de que la tecnología también subnormaliza. Cada vez que veo a alguien dando marcha atrás en un carril de deceleración, cruzándose de mala manera para coger apuradamente la siguiente salida… o que me hablan de un cristal reventado y una guantera abierta, me acuerdo del inventor de tal aberración de la sociedad de consumo. Seguro que se ha forrado a costa de la seguridad vial. Eso sí, ha hecho un gran favor a las rutas a través de los que nadie circularía de no ser por los pirulos recalculados de la maquinita.

Por supuesto, no hablo de las aplicaciones profesionales o de ocio del GPS. Su uso racional y dentro de los límites técnicos me parece una de las grandes maravillas de la modernidad. Es más, la georreferenciación es clave en mi ámbito profesional. Pero insisto, a más de 30 kilómetros por hora y sin saber a dónde vamos creo que debería de estar prohibido.

En mi contra diré que suelo conducir con una guía de carreteras de la época de Naranjito en la guantera (lo mismo ahora que parece que van a dejar tranquilas por un tiempo las infraestructuras de transporte aprovecho para actualizarla) y sigo fiel a un lema: donde puedas perderte y encontrarte por tus propios medios no dejes que  los satélites lo hagan por ti.

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